Aquí tienes algo en lo que pensar: la brecha de privacidad entre los activos tangibles y los digitales.

Piénsalo: efectivo en el bolsillo, lingotes de oro en una caja fuerte. Eso es riqueza anónima. Nadie rastrea cada transacción. Pero si pasamos al lado digital, de repente todo deja huella. Cada movimiento de cartera, cada transacción on-chain queda potencialmente expuesta.

El debate sobre la reserva de valor ya no trata solo de conservar el poder adquisitivo. Ahora se ha convertido en una conversación sobre privacidad. Los activos físicos protegen tu privacidad financiera de forma inherente. ¿Activos digitales? Necesitan capas adicionales—mixers, monedas de privacidad, pruebas de conocimiento cero—para lograr lo que el efectivo hace de forma natural.

¿Esa brecha? No se está reduciendo lo suficientemente rápido para algunos.