El 13 de noviembre, el Congreso de Estados Unidos finalmente puso fin a este espectáculo. La Cámara de Representantes aprobó el proyecto de ley de financiación con un voto de 222 a 209, poniendo fin a un cierre del gobierno federal que duró 43 días. Durante este tiempo, se interrumpieron los programas de asistencia alimentaria, cientos de miles de empleados federales no recibieron salarios, y el sistema de control de tráfico aéreo casi colapsó.

El proyecto de ley ahora está sobre el escritorio de Trump esperando su firma. Lo curioso es que los demócratas están enloquecidos: sus colegas en el Senado han estado en una larga lucha, pero aún no han llegado a un acuerdo sobre la extensión de los subsidios federales de atención médica. Por otro lado, los republicanos han mantenido su formación gracias al apoyo del presidente, a pesar del intenso fuego de los demócratas.

El Senado ya había aprobado este proyecto de ley, pero ambos partidos se están echando la culpa mutuamente, sin que ninguno salga beneficiado. Una encuesta publicada el miércoles por Reuters e Ipsos ilustra bien el problema: el 50% de los encuestados creen que los republicanos son los culpables, mientras que el 47% señala a los demócratas. Esta cifra está prácticamente empatada, reflejando la decepción general del pueblo estadounidense hacia la política de Washington. El impacto del estancamiento fiscal en la confianza del mercado sigue fermentando.