El futuro de las criptomonedas no es el precio de las monedas, sino recuperar el «derecho a emitir dinero» de las manos de los bancos centrales y banqueros, convirtiéndolo en una clave de salida verificable en una billetera fría de 300 gramos — un médico en Venezuela usa 0.3 BTC como garantía para pedir DAI y comprar antibióticos, salvando a sus vecinos en medio de una inflación galopante; en la guerra de poder de BCH, los grandes mineros controlan el 51% pero no se atreven a manipular porque la democracia del mercado hace que las máquinas de minería se vuelvan chatarra de inmediato; cuando la moneda soberana se devalúa de la noche a la mañana, un contrato inteligente es como un sistema de reserva federal personal, permitiendo que el derecho a votar en finanzas se airdropee sin barreras a las personas comunes por primera vez — cuando las restricciones de capital, la inflación o las guerras convierten la confianza en un país en deuda con las personas, la clave privada en la cadena es como un pasaporte mundial válido sin sellos, que hace que «mi dinero» exista incluso fuera de la ley, y desde entonces la democracia ya no será cada cuatro años, sino cada segundo con la confirmación de bloques.
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El futuro de las criptomonedas no es el precio de las monedas, sino recuperar el «derecho a emitir dinero» de las manos de los bancos centrales y banqueros, convirtiéndolo en una clave de salida verificable en una billetera fría de 300 gramos — un médico en Venezuela usa 0.3 BTC como garantía para pedir DAI y comprar antibióticos, salvando a sus vecinos en medio de una inflación galopante; en la guerra de poder de BCH, los grandes mineros controlan el 51% pero no se atreven a manipular porque la democracia del mercado hace que las máquinas de minería se vuelvan chatarra de inmediato; cuando la moneda soberana se devalúa de la noche a la mañana, un contrato inteligente es como un sistema de reserva federal personal, permitiendo que el derecho a votar en finanzas se airdropee sin barreras a las personas comunes por primera vez — cuando las restricciones de capital, la inflación o las guerras convierten la confianza en un país en deuda con las personas, la clave privada en la cadena es como un pasaporte mundial válido sin sellos, que hace que «mi dinero» exista incluso fuera de la ley, y desde entonces la democracia ya no será cada cuatro años, sino cada segundo con la confirmación de bloques.