El efecto Lindy es una teoría curiosa que afirma una relación directa entre la edad de un objeto y su supuesta duración de vida. Cuanto más tiempo exista algo, más tiempo probablemente existirá en el futuro. El nombre proviene de un restaurante de Nueva York donde se reunían actores de Broadway para discutir el éxito de los espectáculos.
Taleb, quien popularizó este término, enfatizaba la no linealidad de la relación entre la edad y la supervivencia. Las cosas que han resistido la prueba del tiempo ya han demostrado su resistencia a diversas presiones de selección.
En el ámbito de blockchain, este principio adquiere un significado especial. Los proyectos que han existido durante años y han sobrevivido a numerosas crisis son percibidos como más fiables. Bitcoin y Ethereum son ejemplos destacados de tales “veteranos”. Muchos inversores los prefieren a nuevos altcoins no probados precisamente debido a su larga historia de existencia.
El Bitcoin, que apareció en 2009, ha sobrevivido a numerosos tumultos del mercado, ataques regulatorios y problemas técnicos. Su constante recuperación tras cada caída refuerza la fe en su durabilidad. El reciente récord en $69 210, coincidiendo con el histórico aumento del precio del oro, solo confirma su creciente importancia.
Es interesante comparar el efecto Lindy con la ley de Metcalfe. Mientras que el primero se centra en la edad como un indicador de la futura sostenibilidad, el segundo afirma que el valor de la red crece proporcionalmente al cuadrado del número de usuarios. Estas conceptos no se contradicen, sino que se complementan entre sí.
Para los criptoinversores, el efecto Lindy ofrece una lección importante: las estrategias a largo plazo a menudo superan a las especulaciones a corto plazo. Los proyectos con un historial comprobado de supervivencia y desarrollo probablemente continuarán existiendo en el futuro.
Sin embargo, creo que la fe ciega en el efecto Lindy puede ser peligrosa. La historia conoce numerosos ejemplos de tecnologías y empresas que parecían inquebrantables y que desaparecieron de repente. Incluso Bitcoin no tiene garantía de existencia eterna: la presión regulatoria o un avance tecnológico de los competidores pueden cambiar radicalmente la situación.
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Efecto Lindy en on-chain: ¿eternidad o ilusión?
El efecto Lindy es una teoría curiosa que afirma una relación directa entre la edad de un objeto y su supuesta duración de vida. Cuanto más tiempo exista algo, más tiempo probablemente existirá en el futuro. El nombre proviene de un restaurante de Nueva York donde se reunían actores de Broadway para discutir el éxito de los espectáculos.
Taleb, quien popularizó este término, enfatizaba la no linealidad de la relación entre la edad y la supervivencia. Las cosas que han resistido la prueba del tiempo ya han demostrado su resistencia a diversas presiones de selección.
En el ámbito de blockchain, este principio adquiere un significado especial. Los proyectos que han existido durante años y han sobrevivido a numerosas crisis son percibidos como más fiables. Bitcoin y Ethereum son ejemplos destacados de tales “veteranos”. Muchos inversores los prefieren a nuevos altcoins no probados precisamente debido a su larga historia de existencia.
El Bitcoin, que apareció en 2009, ha sobrevivido a numerosos tumultos del mercado, ataques regulatorios y problemas técnicos. Su constante recuperación tras cada caída refuerza la fe en su durabilidad. El reciente récord en $69 210, coincidiendo con el histórico aumento del precio del oro, solo confirma su creciente importancia.
Es interesante comparar el efecto Lindy con la ley de Metcalfe. Mientras que el primero se centra en la edad como un indicador de la futura sostenibilidad, el segundo afirma que el valor de la red crece proporcionalmente al cuadrado del número de usuarios. Estas conceptos no se contradicen, sino que se complementan entre sí.
Para los criptoinversores, el efecto Lindy ofrece una lección importante: las estrategias a largo plazo a menudo superan a las especulaciones a corto plazo. Los proyectos con un historial comprobado de supervivencia y desarrollo probablemente continuarán existiendo en el futuro.
Sin embargo, creo que la fe ciega en el efecto Lindy puede ser peligrosa. La historia conoce numerosos ejemplos de tecnologías y empresas que parecían inquebrantables y que desaparecieron de repente. Incluso Bitcoin no tiene garantía de existencia eterna: la presión regulatoria o un avance tecnológico de los competidores pueden cambiar radicalmente la situación.