El caos americano: la pérdida de control emocional derriba el orden político
En solo dos días, China emitió ocho anuncios, dirigidos a la exportación de tierras raras y al control del transporte marítimo, dos áreas que son, una, la arteria de la industria de alta tecnología y, otra, la arteria del comercio global. Con la publicación de estas políticas, el mercado global se tensionó de inmediato, y los medios casi unánimemente centraron su atención en Estados Unidos, esperando ver cómo respondería Trump.
De hecho, una vez más demostró con acciones lo que significa "gobernar por impulso". No pasaron varias horas antes de que publicara un extenso artículo en su plataforma de redes sociales, con un tono intenso y una emoción claramente fuera de control, acusando a China de "provocación" y afirmando que elevaría los aranceles sobre los productos chinos al 100%, además de anunciar la cancelación de la reunión y la llamada que tenía planeadas.
Para Trump, esto fue una represalia para mostrar una postura firme; quería que el mercado y los votantes viesen que no le teme a China, pero la realidad le dio una bofetada, ya que esa misma noche, el mercado de valores de EE. UU. colapsó en solo tres minutos, y el pánico de los inversores se propagó rápidamente.
En pocas horas, las acciones de EE. UU. experimentaron la caída más brutal en meses, con un valor de mercado de aproximadamente 5 billones de dólares evaporándose de las siete grandes empresas tecnológicas de EE. UU. en un solo día. Según las estadísticas de las bolsas, al menos 1.52 millones de inversores en todo el mundo fueron "liquidados" en esta ola de caída, con sus cuentas quedando en cero.
El comentarista financiero Dan Greenhouse afirmó que el detonante de esta calamidad no son las políticas de China, sino las declaraciones de Trump. Señaló que lo que más teme el mercado no son los aranceles ni las sanciones, sino la emocionalidad de los líderes.
Este incidente expone nuevamente la vulnerabilidad de la economía estadounidense. En el pasado, el mercado de valores de EE. UU. pudo sostenerse gracias a las acciones tecnológicas y a la flexibilización de la Reserva Federal, pero hoy en día, una simple fluctuación emocional de una persona puede desatar una tormenta financiera. La confianza en los mercados de capital, en realidad, ya se ha construido sobre el miedo y la incertidumbre.
Los que finalmente resultaron dañados son los propios inversores, empresas y fondos de pensiones de Estados Unidos. Esta "represalia autoinfligida" ha dejado en claro un hecho: en la era de la globalización, las decisiones emocionales son más peligrosas que cualquier sanción.
Menos de ocho horas después del colapso repentino de la bolsa estadounidense, Trump se dio cuenta de que la situación había escalado. Originalmente, había estado gritando que no se reuniría, pero de repente cambió de opinión y dijo que, de todos modos, se reuniría. Incluso añadió que estaba dispuesto a esperar en Corea del Sur a que llegara la delegación china. Esta declaración dejó a los medios y al mercado atónitos, porque el cambio de actitud fue realmente demasiado rápido.
En esa entrevista, el estado de Trump era claramente diferente; ya no estaba tan animado como unas horas antes, y parecía muy cansado. Su velocidad al hablar era muy lenta, y a menudo se quedaba atascado al responder preguntas. Cuando se hablaba del equilibrio entre importaciones y exportaciones, incluso llegó a quedarse sin palabras y a veces dio respuestas contradictorias.
Lo que es aún más sorprendente es que de repente cambió a otro tema, mencionó el Premio Nobel de la Paz y también mencionó la situación en Oriente Medio, diciendo que toda la región debería ser reconstruida, sonando completamente fuera de la misma lógica. Los medios de comunicación creen que en realidad estaba pensando en voz alta, sin un pensamiento claro.
Esta confusa actuación despertó inmediatamente dudas en el exterior, los inversores temen que la política estadounidense esté perdiendo dirección, mientras que los aliados se encuentran en una situación incómoda. Hace apenas unas horas, el gobierno alemán emitió una fuerte declaración al exterior, expresando "extrema preocupación" por las nuevas regulaciones de China y pidiendo a Europa que reduzca su dependencia de la cadena de suministro de China, pero no esperaban que Trump cambiara de opinión de inmediato.
Mientras tanto, la reacción de las empresas multinacionales también es muy pragmática. Qualcomm anunció de inmediato que cooperaría con la investigación de mercado de China, no queriendo verse envuelto en una confrontación política. El gigante holandés de la litografía ASML también está reevaluando los riesgos de envío a China, pero no esperaron a que el gobierno de EE. UU. se pronunciara, sino que fueron directamente a buscar a su propio gobierno y a hacer lobby en Washington, con la esperanza de que ambas partes puedan suavizar las relaciones y evitar una escalada comercial total.
Trump originalmente quería mostrar liderazgo a través de una postura firme, pero en medio del colapso del mercado y la decepción de los aliados, expuso un desorden en la toma de decisiones. El capital votó con ventas, las empresas expresaron su descontento mediante cabildeo, y los aliados optaron por el silencio. Al final, no solo se perjudicó el mercado de valores estadounidense, sino también la reputación internacional de Estados Unidos.
China ha tomado medidas consecutivas en el ámbito de los metales raros y el transporte marítimo, lo cual es solo un punto de activación; lo que realmente ha llevado a Estados Unidos a la confusión son los problemas económicos y políticos que ya se habían acumulado. En el período reciente, la situación económica en Estados Unidos es muy mala, la alta inflación no se ha aliviado, el déficit fiscal ha alcanzado un nuevo máximo, la crisis por el cierre del gobierno acaba de terminar, pero la confianza social aún no se ha recuperado, y los nervios de todo el país están en un estado de extrema tensión.
Justo en ese momento, la Oficina de Presupuesto de la Casa Blanca anunció nuevos despidos, siendo los primeros 4000 empleados federales, con el argumento de hacer frente a la presión fiscal. Esta decisión provocó inmediatamente la indignación pública, ya que muchas personas acababan de pasar por un recorte salarial y ahora se les notificaba que estaban desempleados.
Y lo que más enfurece es que, casi al mismo tiempo, el ministro de Defensa anunció que se invertirían grandes sumas de dinero para construir una base de entrenamiento para la fuerza aérea de Catar en Idaho, y también se permitiría que los aviones F-15 de Catar estuvieran permanentemente estacionados en Estados Unidos. El público considera que esto es simplemente usar el dinero de los contribuyentes estadounidenses para ayudar a otros países a librar guerras, sin garantizar nada a los trabajadores nacionales.
Este asunto ha encendido por completo las tensiones en el país, los miembros del Partido Demócrata y las organizaciones sindicales de diversas regiones han alzado la voz, criticando al gobierno de Trump. La oposición está preparando una nueva ronda de protestas masivas, mientras que dentro de la derecha también hay quienes temen que las decisiones impulsivas de Trump perjudique las elecciones.
En este contexto, la "respuesta de aumento de impuestos" de Trump hacia China en realidad busca desviar la atención interna hacia una postura más dura, haciendo que el público dirija su ira hacia el exterior, pero el resultado fue el contrario.
Los conflictos comerciales externos y la presión económica interna se superponen, formando un doble impacto; al final, su "cambio de opinión" no fue una estrategia calculada, sino un compromiso impuesto por la realidad.
Esta crisis de menos de 24 horas refleja el mayor problema del gobierno de Trump: la toma de decisiones basada en emociones, la falta de juicio racional y la ignorancia de las leyes económicas. Cuando las acciones políticas se convierten en una herramienta de desahogo emocional, y cuando los líderes dejan de considerar las consecuencias, la crisis ya no proviene del exterior, sino que comienza a desmoronarse desde adentro. Lo que realmente ha sumido a Estados Unidos en el caos no son las acciones de China, sino su propio desorden y la ruptura de la confianza. $BTC
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El caos americano: la pérdida de control emocional derriba el orden político
En solo dos días, China emitió ocho anuncios, dirigidos a la exportación de tierras raras y al control del transporte marítimo, dos áreas que son, una, la arteria de la industria de alta tecnología y, otra, la arteria del comercio global. Con la publicación de estas políticas, el mercado global se tensionó de inmediato, y los medios casi unánimemente centraron su atención en Estados Unidos, esperando ver cómo respondería Trump.
De hecho, una vez más demostró con acciones lo que significa "gobernar por impulso". No pasaron varias horas antes de que publicara un extenso artículo en su plataforma de redes sociales, con un tono intenso y una emoción claramente fuera de control, acusando a China de "provocación" y afirmando que elevaría los aranceles sobre los productos chinos al 100%, además de anunciar la cancelación de la reunión y la llamada que tenía planeadas.
Para Trump, esto fue una represalia para mostrar una postura firme; quería que el mercado y los votantes viesen que no le teme a China, pero la realidad le dio una bofetada, ya que esa misma noche, el mercado de valores de EE. UU. colapsó en solo tres minutos, y el pánico de los inversores se propagó rápidamente.
En pocas horas, las acciones de EE. UU. experimentaron la caída más brutal en meses, con un valor de mercado de aproximadamente 5 billones de dólares evaporándose de las siete grandes empresas tecnológicas de EE. UU. en un solo día. Según las estadísticas de las bolsas, al menos 1.52 millones de inversores en todo el mundo fueron "liquidados" en esta ola de caída, con sus cuentas quedando en cero.
El comentarista financiero Dan Greenhouse afirmó que el detonante de esta calamidad no son las políticas de China, sino las declaraciones de Trump. Señaló que lo que más teme el mercado no son los aranceles ni las sanciones, sino la emocionalidad de los líderes.
Este incidente expone nuevamente la vulnerabilidad de la economía estadounidense. En el pasado, el mercado de valores de EE. UU. pudo sostenerse gracias a las acciones tecnológicas y a la flexibilización de la Reserva Federal, pero hoy en día, una simple fluctuación emocional de una persona puede desatar una tormenta financiera. La confianza en los mercados de capital, en realidad, ya se ha construido sobre el miedo y la incertidumbre.
Los que finalmente resultaron dañados son los propios inversores, empresas y fondos de pensiones de Estados Unidos. Esta "represalia autoinfligida" ha dejado en claro un hecho: en la era de la globalización, las decisiones emocionales son más peligrosas que cualquier sanción.
Menos de ocho horas después del colapso repentino de la bolsa estadounidense, Trump se dio cuenta de que la situación había escalado. Originalmente, había estado gritando que no se reuniría, pero de repente cambió de opinión y dijo que, de todos modos, se reuniría. Incluso añadió que estaba dispuesto a esperar en Corea del Sur a que llegara la delegación china. Esta declaración dejó a los medios y al mercado atónitos, porque el cambio de actitud fue realmente demasiado rápido.
En esa entrevista, el estado de Trump era claramente diferente; ya no estaba tan animado como unas horas antes, y parecía muy cansado. Su velocidad al hablar era muy lenta, y a menudo se quedaba atascado al responder preguntas. Cuando se hablaba del equilibrio entre importaciones y exportaciones, incluso llegó a quedarse sin palabras y a veces dio respuestas contradictorias.
Lo que es aún más sorprendente es que de repente cambió a otro tema, mencionó el Premio Nobel de la Paz y también mencionó la situación en Oriente Medio, diciendo que toda la región debería ser reconstruida, sonando completamente fuera de la misma lógica. Los medios de comunicación creen que en realidad estaba pensando en voz alta, sin un pensamiento claro.
Esta confusa actuación despertó inmediatamente dudas en el exterior, los inversores temen que la política estadounidense esté perdiendo dirección, mientras que los aliados se encuentran en una situación incómoda. Hace apenas unas horas, el gobierno alemán emitió una fuerte declaración al exterior, expresando "extrema preocupación" por las nuevas regulaciones de China y pidiendo a Europa que reduzca su dependencia de la cadena de suministro de China, pero no esperaban que Trump cambiara de opinión de inmediato.
Mientras tanto, la reacción de las empresas multinacionales también es muy pragmática. Qualcomm anunció de inmediato que cooperaría con la investigación de mercado de China, no queriendo verse envuelto en una confrontación política. El gigante holandés de la litografía ASML también está reevaluando los riesgos de envío a China, pero no esperaron a que el gobierno de EE. UU. se pronunciara, sino que fueron directamente a buscar a su propio gobierno y a hacer lobby en Washington, con la esperanza de que ambas partes puedan suavizar las relaciones y evitar una escalada comercial total.
Trump originalmente quería mostrar liderazgo a través de una postura firme, pero en medio del colapso del mercado y la decepción de los aliados, expuso un desorden en la toma de decisiones. El capital votó con ventas, las empresas expresaron su descontento mediante cabildeo, y los aliados optaron por el silencio. Al final, no solo se perjudicó el mercado de valores estadounidense, sino también la reputación internacional de Estados Unidos.
China ha tomado medidas consecutivas en el ámbito de los metales raros y el transporte marítimo, lo cual es solo un punto de activación; lo que realmente ha llevado a Estados Unidos a la confusión son los problemas económicos y políticos que ya se habían acumulado. En el período reciente, la situación económica en Estados Unidos es muy mala, la alta inflación no se ha aliviado, el déficit fiscal ha alcanzado un nuevo máximo, la crisis por el cierre del gobierno acaba de terminar, pero la confianza social aún no se ha recuperado, y los nervios de todo el país están en un estado de extrema tensión.
Justo en ese momento, la Oficina de Presupuesto de la Casa Blanca anunció nuevos despidos, siendo los primeros 4000 empleados federales, con el argumento de hacer frente a la presión fiscal. Esta decisión provocó inmediatamente la indignación pública, ya que muchas personas acababan de pasar por un recorte salarial y ahora se les notificaba que estaban desempleados.
Y lo que más enfurece es que, casi al mismo tiempo, el ministro de Defensa anunció que se invertirían grandes sumas de dinero para construir una base de entrenamiento para la fuerza aérea de Catar en Idaho, y también se permitiría que los aviones F-15 de Catar estuvieran permanentemente estacionados en Estados Unidos. El público considera que esto es simplemente usar el dinero de los contribuyentes estadounidenses para ayudar a otros países a librar guerras, sin garantizar nada a los trabajadores nacionales.
Este asunto ha encendido por completo las tensiones en el país, los miembros del Partido Demócrata y las organizaciones sindicales de diversas regiones han alzado la voz, criticando al gobierno de Trump. La oposición está preparando una nueva ronda de protestas masivas, mientras que dentro de la derecha también hay quienes temen que las decisiones impulsivas de Trump perjudique las elecciones.
En este contexto, la "respuesta de aumento de impuestos" de Trump hacia China en realidad busca desviar la atención interna hacia una postura más dura, haciendo que el público dirija su ira hacia el exterior, pero el resultado fue el contrario.
Los conflictos comerciales externos y la presión económica interna se superponen, formando un doble impacto; al final, su "cambio de opinión" no fue una estrategia calculada, sino un compromiso impuesto por la realidad.
Esta crisis de menos de 24 horas refleja el mayor problema del gobierno de Trump: la toma de decisiones basada en emociones, la falta de juicio racional y la ignorancia de las leyes económicas. Cuando las acciones políticas se convierten en una herramienta de desahogo emocional, y cuando los líderes dejan de considerar las consecuencias, la crisis ya no proviene del exterior, sino que comienza a desmoronarse desde adentro.
Lo que realmente ha sumido a Estados Unidos en el caos no son las acciones de China, sino su propio desorden y la ruptura de la confianza.
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